13. Las huellas.





12. Lo desmontado

Como parte de nuestro proceso de investigación-creación en el edificio, se documentó el derrumbe del sótano de archivos. Una cuadrilla de albañiles contratada por una constructora desmontaron los anaqueles, rompieron muros, quitaron lámparas y despejaron el espacio. El trabajo de los obreros se documentó en videos que se extienden en una duración de 32 horas continuas aproximadamente.

Ese material se proyectó a gran formato en una pantalla de dimensiones cinematográficas como parte de un dispositivo escénico titulado Contando borreguitos. Se presentó en el teatro Carlos Lazo, en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, dentro del marco de La noche de Teatro.

El dispositivo comprendía la proyección de los videos y la lectura del contenido de las fichas durante un lapso prolongado de horas. Entraban también llamadas telefónicas que se recibían en el centro del escenario, para saber lo que ocurría afuera o en algún del teatro, o para decir algo, leer algún texto, de modo que la llamada fuera escuchada por los espectadores y los propios escenificadores.

11. lo que llega al archivo

El archivo carece de dimensiones o cualquier tipo de definición moral o jerárquica por sí mismo. El archivo es parte de un lenguaje que construye la normatividad burocrática para tener registros de la información que necesita. En sí mismos no significan un compendio cognitivo ni epistémico. Su clasificación se rige por parámetros que sólo tienen importancia para su propio archivista. En el trasunto interpretativo es donde pueden adquirir cierto valor.

Siguiendo la reflexión de Derrida, el destino del archivo es su destrucción. Así, lo que perdura en ellos está sentenciado a ser una información perdida. No hay que dejar de lado el hecho de que por principio la información que llega a cualquier archivo es una información perdida. No existe, en términos de su propia especulación como síntesis del acto. El archivo implica una desaparición del acto. Ya desposeído de subjetividad es sólo un asunto del lenguaje. Su reflexión no pasa sólo por su naturaleza en tanto acto y entonces por la reflexión del valor simbólico que genera, sino por su arribo al archivo en tanto información u objeto proveedor de información archivable.

Los archivos surgen también como un reflejo de sus propias limitantes. De su propia finitud en tanto las posibilidades físicas, económicas y cognitivas de su archivador. Los archivos no están para dar a conocer nada. Están para preservar. Para librar a los actos y las historias de lo subjetivo y dotarlas del significado que el lenguaje les reserve a lo largo del tiempo.

Los archivos, al mismo tiempo que resguardan, están ahí para ser descubiertos. Y ese es justamente el término que define su destrucción, el descubrimiento y su consiguiente y secuencial extinción. Están para cumplir fines específicos. para alimentar una base de datos que en determinado momento puedan ser consultadas. Pero su estatuto de archivo hace que mantengan un grado de secreto. De muerte; aun más, de captura previa a la muerte. Con la consigna de que en algún momento dejaran de ejercer su función.

La lectura pasa por el delirio, por la interpretación. Hay que reconocer eso. El archivo activa una pulsión de muerte y, en el caso de los archivos de estado, activa una pulsión paranoica. Fundamentada desde varios niveles, si se quiere, pero que no dejan de ser parte de un imaginario generalizado.


10. El paso del tiempo representado

9. Cerca del margen

Pensamos en la idea de archivos, en sus conceptos y acepciones. Llevarlos a términos que pasen por la reflexión artística contemporánea y generar un dispositivo que pueda bien encontrar las distintas necesidades. Pasa por la selección del material a trabajar y a desarrollar y por la selección de los espacios en los que hay que trabajar dentro del edificio.

Pensamos en el ensayo de Derrida, El mal de archivo, donde reflexiona sobre el origen de la noción y su necesidad previendo a la muerte y la destrucción y anticipando a ambas, de alguna manera. pasa por el material que tenemos y por el uso que hay que darle. Si el archivo va hacia la destrucción y la muerte, qué pasa con nuestros fichas.

No tenemos los archivos, sino las fichas de esos archivos. Aun así, la información que contienen no es menor. Dan noticia del modo en que funciona el país. Por lo menos, del modo en que ha funcionado hasta hace unos años.

La mayoría son de asuntos domésticos. Tratados sobre la importación de atún, de bacalao. De consumibles entre estados. Apoyos culturales y económicos. Los hay también de asuntos de índole internacional, como la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial.

Las fichas ya forman un archivo. Son lo que queda de un archivo. Las partes obsoletas. El formato caduco.

Sin embargo no dejan de arrojar una información interesante.

los cartones

en gran formato



8. Al margen

Hemos recorrido el edificio no sé cuantas veces. Tampoco tengo noción de la cantidad de horas que hemos pasado en ese lugar. Recorrimos la torre, los pisos, las azoteas., los sótanos, los estacionamientos. Si no todo, hemos visto la mayor parte del lugar.

Hay siempre momentos en los que la mirada deja de sorprenderse. Nos hemos habituado al lugar. De alguna manera deja de pesar la carga histórica y se convierte en el lugar al que se vuelve una vez más a trabajar. Es un edificio en donde se trabaja. Eso no ha cambiado.

Aun así, por momentos pasa la solemnidad. Las dimensiones, la poética arquitectónica de Pedro Ramírez Vázquez. Todo recuerda una imposibilidad, la de concebir un edificio así otra vez en este país, en esta ciudad.

Vamos y venimos, nos paseamos alrededor de Juárez. Hacemos juegos burdos, imaginamos nuevas piezas o chistes en el lugar. Se ha convertido también en un lugar para estar. Pasamos ahí mucho tiempo. De ningún otro modo podríamos estar en un lugar así.

La pérdida de solemnidad lleva al trabajo. Es el paso necesario. Reconocer al espacio en sus dimensiones y dialogar con ellas es parte de los procesos que hemos realizado ahí o que nos han llevado ahí. El hallazgo de objetos que nos dejan conocer o seguir el rastro de cómo es que funciona, desde esa parte minúscula, el país.


7. Posesión

Lo que podemos poseer son objetos. Depositamos en ellos significaciones y con ellos representamos la experiencia. Articulamos el paso del tiempo a partir de cosas que disponemos en ciertos órdenes, de modo que podamos volver a la experiencia por medio de su desciframiento. Son círculos cerrados. Circuitos cerrados. Pero que sólo se cierran en la medida en que puedan ser legibles y halla un lector de esos signos. Es el paso, el hombre decodificador de ese lenguaje, el paso que comunica los órdenes de la vida y los de la acumulación de materiales para su conmemoración.

6. Historia

Hemos establecido modos de operación a partir del comportamiento del hombre a lo largo del tiempo: la ley. La ley establece en abstracto, previendo casos y situaciones. Tipifica toda relación y consecuencia prevista en su momento estableciendo jerarquías y casos. Es un asunto que pasa lento en realidad. Y es una cuestión de minucias. Establece contrastes importantes entre la realización de los actos en el mundo que debe regir y en el de sus dominios, que es el mundo del lenguaje. La distancia entre ambas realidades es importante, porque ahí es justamente donde sucede la historia.

5. Adentro y afuera

¿Adentro y afuera de qué? Nos construimos con una serie de referentes a partir de los cuales tratamos de construir certidumbre. Hay una sensación a la que tratamos de anticiparnos cuando pensamos en estos conceptos: la deriva. A partir de ella construimos distintos tipos de errancias. Afirmándola o negándola, pero siempre alrededor de ella. A partir de la deriva se crea el orden. A partir del orden la ley. Es una forma de ir cercando y tentando lo que consideramos de antemano imprevisible. Construimos nuestros espacios a partir de la ley. Y a partir de la ley nos concebimos adentro y afuera dé. Sabemos o concebimos lo que debe estar adentro y lo que debe estar afuera. Adentro y afuera dan nociones de proceder y de procedencias. Sabemos donde estamos. Es más, lo representamos. Desarrollamos espacios físicos e intelectuales que nos proyectan hacia adentro o hacia afuera de algo. Nuestras posiciones políticas se dan en aversión o consentimiento de algo. Hay cánones de cánones. Quizás, siendo pesimista, el afuera es una posición utópica. Pero por qué.

Estamos para que la vida permanezca. Sin embargo, no estamos en posición de definir plenamente lo que la vida significa. La historia del lenguaje en nuestras vidas nos enseña que las acepciones que conforman los sentidos de cualquier nombre son mutables y dependen siempre de contextos y aproximaciones, de interpretaciones. El lenguaje está ahí, diciendo cosas. Nosotros las leemos y las interpretamos. Entonces comienza el delirio. El acomodo semántico e incluso físico para llevar las cosas a donde queremos llevarlas. El delirio es un acto político. ¿Dónde debe estar cada cosa y por qué? ¿Qué es visible y debe ser visible? ¿Qué cosas no? ¿En dónde nos deja eso?

¿Cajas rusas? No, no vamos hacia adentro. Va hacia afuera.

Los mecanismos, así los hemos hecho, se rigen por sus propias normas. No es que tengan vida, pero su lugar y su espacio de algún modo u otro son ajenos a nosotros. Servimos a ese lenguaje pero no sabemos utilizarlo. No nos pertenece en la realidad. Nos son ajenos, como nos es ajena cualquier burocracia. Somos parte de esa nada incomprensible y amoral para la cual funcionamos.

4. El chino torturado

Hay una imagen que descubre Salvador Elizondo en su libro Farabeuf: se trata de la imagen de un supliciado que es descuartizado en una plaza pública. El método de descuartizamiento es el Leng Tche. Al hombre le van cortando una a una partes del cuerpo en un proceso en el cual lo importante radica en la duración del tormento en el cuerpo, no en la muerte del hombre. La muerte es otro proceso, no la consecuencia de la intervención violenta de las cuchillas en el torturado.

Lo importante de la técnica es hacer que el cuerpo resista. Que sobreviva a la violencia y al dolor que lo invaden. El proceso pasa por lo espectacular. El objetivo de un método así siempre es moral. El aleccionamiento de la técnica por encima de cualquier cosa. Hay un sarcasmo también, más que eso, una ironía que hace que el proceso en su metaforización se vuelva increíblemente doloroso: el dolor inenarrable, indescriptible, te acompañará mientras vivas, y haremos lo que esté en nuestras manos para que sigas viviendo por un lapso de tiempo prolongado.

Es un sentido de la compañía, se redefine el concepto del otro como animal humano, para significar a un otro que es en verdad alterno. Volver a lo otro, otro espacio. Una huella de la dimensión invisible y conceptual que hemos desarrollado a lo largo de la historia. El Leng Tche consiste en darle cuerpo a un concepto cuasi metafísico. Esta compañía se vuelve un concepto misterioso y sin nombre y, desde ahí, transmuta. El sentido opuesto del concepto radicaliza la significación del acto. Son heridas abiertas en el cuerpo que recuerdan la condición animal del hombre al mismo tiempo que fracturan su idealización como un ser superior. Es un recordatorio de la bestialidad del pensamiento sobreexpuesta. Una representación de un lenguaje y un método que la razón ha creado para la preservación. La preservación del dolor en este caso.

Que el dolor te acompañe hasta el último momento. Que la vida no se extinga sin conocer su posibilidad más imposible. Que el cuerpo humano pierda sus cualidades y se vuelva un signo que significa la pérdida de la identidad. Dejar de ser hombre para ser lenguaje. Ser una sombra perpetua hasta la muerte. Después se será una lengua muerta.

Es un signo incomprensible y fascinante. Perturbador y por eso mistificado. Alienado y alienador. ¿Qué no debo hacer para no padecer lo mismo? ¿Qué hizo?. para que nadie cometa ese acto otra vez. ¿Este acto brutal y aterrador cancelará posibilidades de futuro? ¿Podemos conocer algo a través de esto? Es un acto de lenguaje. Y como tal, es inhumano, o humano e incomprensible.

3. La fragmentación

La necesidad de permanecer se acerca a la de poseer. Ambas están relacionadas a una idea de poder y entonces a su idea y su concreción más tangible: la generación de una ley. La ley siempre necesitas fundamentos. Estos fundamentos se encuentran en el paso, siempre anterior, de otra ley. Así, lo que se necesita son documentos que den constancia del suceso de algo. De que ese algo ocurrió. El documento prevé la muerte de los hombres. No puede no hacerlo; de igual manera su olvido. El mecanismo no deja de ser paradójico. No deja de ser un intento por regular un estado de cosas que bien a bien sabe no puede regular por completo. Lo que queda de esa experiencia es el análisis. La predicción a causa de un ejercicio de prueba y error. Lo que queda de una ley es su constancia física como documento de documentos. Como margen operatorio.

Es un camino que sólo se puede seguir por apartados. Su complejidad es mayor. No es una lectura única, ni siquiera pronta. Tiene que pasar por sus exegetas. Y tiene que pasar también por sus detractores. Por el error. Por su incapacidad y sus aciertos.

Pienso en la muerte, y con esto regreso a los primeros dos puntos que toqué: permanecer y poseer. Pienso en la muerte porque hay que tener claro que la ley es una obra desarrollada a lo largo de la historia por los hombres. Es quizá el indicio más fiel que se tiene de cómo hemos concebido nuestro acontecer en el mundo. La ley es la apuesta pragmática del poder. Su puesta en práctica y en abismo.

Quien permanece al lado, o del lado de la ley, es quien puede poseer, porque tiene el poder, en cualquiera de sus expresiones, con él. Mas no es de él. Es simplemente algo que acompañará y dará un peso más a sus actos. Una validación extra. realiza movimientos acompañados. Y que al mismo tiempo son dictados. Repite un movimiento más dentro de la escala legal de procedimientos que lo precede. Sus acciones son registros más que constatan una vez más que se está cumpliendo con el mandato. La muerte de los individuos no significa ni remotamente la muerte del mundo. Permanecen nuestras posesiones, que sólo son nuestras por el lapso de nuestra vida.

El orden del archivo queda intacto. El nombre con el que se me dotó desde el archivo regresará al archivo del que nunca salió. Las casas, los edificios, los libros, pasarán a ser de alguien más. Las identidades se perderán una vez más y surgirán una vez más.

La historia del mundo pasa por el imposible flujo de pensamiento. No podemos conocerlo todo. Pero podemos tener una cifra semejante a nuestra idea de todo.




2. Exploración

En mayo del 2007, por medio de una invitación realizamos un trabajo a partir de recorridos escénicos en el viejo edificio de la Secretearía de Relaciones Exteriores. Cuatro guías llevaban a cuatro espectadores a recorrer el edificio, en ese momento, en un estado de abandono. Las visitas se hicieron durante diez días. ( www.interferenciasescenicas.blogspot.com)

En el proceso que significó a ese trabajo encontramos las fichas. Las resguardamos junto con otros objetos.

Meses después, en el Salón Juárez del mismo edificio, participamos en una pieza de Santiago Sierra, leyendo durante tres días continuos nombres de muertos y desaparecidos en México por causas del estado.

1. Una imagen: la luz deteniendo el paso del tiempo.

Quien archiva conoce sus intenciones. Aunque eso es sólo un principio. Sus intensiones no son de él, propiamente. Sino de alguien que lo conmina, de algún modo u otro, a esa tarea. Quien conmina ha sido convocado también. La historia de uno tras otro, convocador y convocado, se extendería demasiado para lo que pretendo. Me interesa la concentración en un estado particular del asunto. Me interesa el último eslabón, el que archiva y designa un método particular. La importancia de los registros, ahora pienso. Por ahora no hay mucho más que decir.

0.1

Llegamos al sótano, que convive con las calderas y los cuartos de máquinas y una metáfora apareció. Más que eso, se dio una relación de ideas y órdenes importante: la relación con Kafka y la burocracia. El orden.

Las estructuras abismadas a fin de cuenta dan noción de tramas, de tejeduras. Nos dejan ver un poco el camino que han tomado o seguido para llegar a determinado lugar. Hasta llegar a puntos en que el mismo desarrollo del abismo es el lugar al que se ha de llegar. Cada una de las capas que conforman esa estructura se vuelven movimientos interdependientes que conforman un movimiento mayor, el del vacío. Cuyo trámite a cumplir es el del despliegue de superficies reflectantes, que provocan su propio efecto negativo, su duplicidad. Que al ser ya no serán sólo un efecto, sino una consecuencia del devenir de esa estructura mayor.

Lo que refleje dependerá de su momento de aparecer en la superficie y de la implosión que realice de su espacio-tiempo. Las estructuras abismadas son parte de un proceso fenomenológico que deriva a una lectura óntica y ontológica de su forma de aparecer y de estar en un contexto.

La burocracia no da cuenta del vacío, sino del modo en que nos relacionamos con el poder. De su significado vacío o polisemántico —e inabarcable por el prefijo poli— del cual sólo nos queda para asir algo el mismo procedimiento. Desde una óptica nietzcheana, la muerte de dios vino a significar la muerte del hombre como un ser capaz de generar respuestas a problemas trascendentes. lo que en la historia del pensamiento es muy significativo, porque significa un cambio en la concepción del hombre en el mundo y de su relación entonces con la ley y sus relaciones éticas. La sentencia del filósofo alemán es una puesta al día que va en contrasentido del imaginario burocrático. Desde ahí, el trono que corona o que coronaría el proceso burocrático, se queda vacío. La burocracia constituye el sostén de un concepto pragmático, el del estado, pero que al mismo tiempo es abstracto, porque carece de una significación subjetiva. El hombre ayuda a construir la estructura que le permitirá a otro hombre tomar decisiones que afectarán al primero, principalmente, en su medio económico. La afectación mayor se da en el campo de lo simbólico. En ideas de caminos político-económicos y medios de producción. Tramas vacías de alguna manera, que afectan a la vida por sus ecos e implicaciones indirectas. Lo único patente es el movimiento generado y la generación de otros movimientos. Trámites. La repetición no trágica del devenir para encontrar rescoldos de vida. El hombre ha de encontrar en su errancia su propio significado. Que no es uno solo y no es ajeno al resto de los hombres ni de la propia historia del hombre.

De ahí su concentración óntica. Su estar en el espacio estará condicionado por su propia estancia en el espacio. El abismo. Espacios tanto físicos como imaginarios, de pensamiento. Lo trascendente, al tiempo que lo finito, lo mortal, está en el proceder. El desarrollo de un método, liturgias. Ahí, en los espacios que se abren, se realizan las siguientes aperturas, las que conectan con el siguiente movimiento.

El universo de Kafka se compone de múltiples universos de pensamiento que se conectan y se conjuran a partir de un espacio. Se congregan en un espacio que los soporta a todos. Su capacidad de imaginación está dada a partir de la asimilación de sus espacios multifocales. Multienfocables. Donde existe A existe el camino hasta la Z. Su ser se expresa de múltiples modos en múltiples espacios y situaciones. Si tomo A, algo dejará de ver de B o de Ñ. En la trama de esos caminos radican sus significaciones.

En un archivo vacío, las fichas son la muestra mínima de su método de catalogación. Y son la muestra mínima también del devenir de un país.

Los pasillos dispuestos, vacíos, son las reminiscencias que se repiten en su propio vacío haciendo eco de uno mayor. De las posibilidades de archivar mediante documentos las operaciones de un país. Su forma de desenvolverse ante una burocracia mayor, mundial.


0. Sótano de SRE

Se llegaba, pasando por una sala de operaciones burocráticas vacía, bajando unas escaleras, a un espacio repleto de estantes de metal semivacíos, apenas iluminados. El lugar daba muestras, como todo el edificio, de un abandono notable. La primera vez pasamos en un grupo de unas ocho o diez personas —las que conformamos este grupo— reconociendo y asombrándonos tanto del deterioro como del espacio revelado.

La zona de resguardo de archivos estaba conformada una serie de pasillos que los propios anaqueles formaban. Apagadores en los bordes de los contenedores, papeles y papeletas a cada tanto. Basura. desperdicio. Una bóveda de seguridad dispuesta en una de las esquinas del lugar. Cerca de la bóveda encontramos varias tarjetas del tipo bibliográfico que aun permanecían en sus respectivos archiveros. Daban cuenta de los archivos a los que referían: toda clase de documentos resguardados en la secretaría de relaciones exteriores. Catalogados según fechas, años, no sé si por países o por relación de eventos. O si los había de todas esas y más clasificaciones. Llegamos y eso fue lo que encontramos, fichas. Los documentos originales no estaban. se los llevaron seguramente. dejaron ahí lo que no necesitarían más. Lo que había caducado como lenguaje o medio de disposición cognitiva, y pragmática.